jueves, 5 de diciembre de 2013

Donde el lobo no muere de viejo.

 
Mediados de noviembre. 07:45h AM.
 
Me encuentro en algún punto de la llamada dorsal galaica, un macizo montañoso y sierras aledañas que atraviesan Galicia de norte a sur.
Es casi luna llena y hay luz suficiente para desenvolverme por las sendas del monte. De momento todo son sombras a mi alrededor;  buena razón tiene el dicho que "de noche todos los gatos son pardos". Sin embargo, la falta de luz agudiza el sentido del oído, y los sonidos de la naturaleza se hacen más evidentes.
Las primeras heladas del otoño ya han hecho acto de presencia, y el frío se hace notar en el cuerpo.

 
 
Como tantos amaneceres transcurridos en el monte, mi intención es poder observar en libertad a un animal extraordinario: el lobo ibérico (Canis lupus signatus).
 
 
Poco a poco las primeras luces del día se van abriendo paso, y una fina neblina crea su toque de misterio.
 
 
 
De repente, un pequeño movimiento entre el espeso matorral de tojos me hace centrar la atención en ese punto, y, ¡ahí está!. Una sensación de alegría inunda mi cuerpo. A pesar de las numerosas ocasiones en que pude ver lobos, sigo sintiendo la misma emoción del primer día.
 
 
 
De la misma manera que apareció, se esfumó entre el matorral, no sin dejarme disfrutar una vez más de su cautivadora mirada.

 
 
Ha sido un instante fugaz, pero el saber que, a pesar de las adversidades el lobo sigue ahí me llena de entusiasmo.
 
 
A lo lejos escucho aullidos de perros, y estamos en temporada de caza. Estos territorios son cotos de caza, lugares con nula o escasa protección de la vida salvaje. Decido guardar el equipo y alejarme del lugar.
De camino al coche encuentro a un buen número de cazadores preparándose para la batida. Cuento no menos de veinte o treinta, con una gran reala de perros aullando ansiosos de comenzar la jornada.
Pienso tristemente en el lobo y en todos los animales que están por la zona, me parece una batalla injusta y desigual a la que se enfrentan, de la que tienen todas las de perder.
 
  
Esta es solo una de las amenazas a las que se enfrenta el lobo en estas sierras tan humanizadas: pérdida de hábitat, escasez de presas salvajes con las que alimentarse, multitud de pistas, campos eólicos, incendios, venenos, lazos...y un largo etcétera.
 

 
 
El conflicto con el ser humano está a la orden del día. La escasez de ungulados le hacen depredar sobre el ganado que campa sin protección y en régimen de semilibertad por el monte. El hombre sustituyó la mayoría de las presas naturales del lobo por el ganado. La relación del lobo y el caballo en estas sierras viene de tiempos atrás, adaptándose el uno a la presencia del otro. Al igual que con las presas naturales, el lobo no diezma ni elimina a su fuente de alimento, pudiendo perfectamente prosperar ambas especies.
 

 
 
Recluidos en los húmedos valles, aún se conservan en estas sierras reductos de bosque atlántico, las aquí denominadas fragas, auténticos vestigios de los bosques que albergaron estas montañas.
 
 

 
 
 Una gran parte de los bosques en estas sierras son pinares de repoblación, destinados a la explotación maderera, lo que constituye una alteración constante del paisaje y de las especies animales y vegetales.
 
 
 
 
 Debido a los continuos incendios, la talas y el pastoreo abusivo, también se han desforestado amplias zonas, siendo el matorral, principalmente el tojo, la especie predominante. En primavera, con la floración de esta especie, el monte se tiñe de color amarillo, engalanándose de oro hasta donde alcanza la vista.
 

 
 
En las zonas encharcadas y de turberas, otro curioso carnívoro tiene su hábitat: la Drosera rotundifolia, o llamada también rocío de sol, una bella y diminuta planta que se alimenta de insectos.
 

 
 
 Pero volviendo al protagonista de esta historia: el lobo ibérico, el espíritu salvaje de las montañas, que aún, a duras penas sigue sobreviviendo por estos lares. Como en el resto de la península ibérica, estos últimos años se está volviendo a recrudecer la lucha del hombre contra este animal, un lucha injusta utilizada incluso con fines políticos.  Su presencia como superpredador en la pirámide ecológica, le hace ser una pieza valiosa y necesaria en cualquier ecosistema.
La saña con la que está siendo perseguido, eliminando y matando ejemplares y camadas de cachorros completas, en cualquier época del año, con cualquier medio legal o ilegal, hace que la población de lobo ibérico esté siendo diezmada de forma alarmante.
 
 El lobo lleva siglos viviendo en estas montañas, sobreviviendo como un proscrito en una tierra que cada vez se le hace más pequeña.
 
 
Ojala algún día, en lugar de llamar a esta tierra "donde el lobo no muere de viejo"
 
 
 
 pueda ser conocida como "donde el hombre firmó la paz con el lobo".
 
 

 
 En nuestras manos está.
 
 
 
Va por ti Félix Rodríguez de la Fuente...tú que nos enseñaste tanto de los lobos.
 
 
 
 

 
 
 

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