Aquí, en este entorno mágico, no es preciso rebuscar mucho para, en cualquiera de sus rincones, encontrar signos de la presencia de una gineta:
También, en estos umbríos bosques, la garduña, perfectamente adaptada a trepar y moverse sigilosamente por los árboles tiene su hogar.
Es al caer la noche, cuando las sombras se hacen dueñas del paisaje, el momento en el ambas especies hacen acto de presencia.
Aquí la gineta, después de pasar el día encaramada en las ramas de un viejo roble, merodea por el suelo rebuscando entre la hojarasca del bosque:
La garduña, que aprovechando todos los recursos alimenticios que encuentra, no desdeña acercarse también debajo de algún viñedo para hacer buena cuenta de los racimos que cayeron al final del verano.