lunes, 13 de febrero de 2017

Cuatro estaciones en la naturaleza.

 Han pasado meses desde la anterior entrada en el blog, aunque mis salidas a la naturaleza han sido habituales.

El paso de las estaciones van marcando el ritmo de todos los protagonistas que pueblan nuestros montes y ríos. Aquí nada surge al azar, y todo tiene un porqué en el lugar y en el tiempo.

Al inicio de la primavera, en las montañas cantábricas, los osos pardos empiezan a sentir la llamada del celo, y tras unos duros meses invernales, los úrsidos presentan un marcado periodo de actividad en busca de pareja y alimento. Primeros brotes y flores primaverales apaciguarán su apetito después de semanas sin mucho que llevarse a la boca, lo que les obligó a llevar un periodo de inactividad.






Ya a finales de la primavera y principios del verano, cuando los ríos del noroeste peninsular están en su máximo esplendor, las lampreas que remontaron del mar en las últimas riadas, preparan los "caveiros", como se les denomina en Galicia a los nidos de grava donde realizarán la puesta.






                                                                             

    En plena estación estival, en algún rincón de nuestras maravillosas montañas,



con las últimas luces del día, apareciendo como fantasma, uno de sus habitantes hace acto de presencia: el lobo ibérico.



    Estoy en el hogar del lobo, donde los padres luchan en sacar adelante a sus ya crecidos cachorros, ajenos al incierto y duro futuro que les espera.



              Compartiendo territorio con el lobo, como delatan las huellas en el barro,


  la garduña comienza su ronda nocturna recorriendo los intricados rincones del bosque en busca de alimento.                



La llegada del otoño, con la paleta de colores en los bosques caducifolios, marcan la berrea del ciervo, coincidiendo con las primeras lluvias que reverdecen los pastos después del angosto y largo verano.




Y en los cauces fluviales, ya en plena estación de invierno, donde sus aguas corren frías y oxigenadas, las nieblas parecen no querer desprenderse del río tras una gélida noche anticiclónica.




Es ahora, cuando el salmón atlántico, después de un épico viaje de migración, recorriendo miles de kilómetros a través del océano, llega a nuestros ríos para desovar.


Macho y hembra de salmón atlántico en el frezadero.


Momento de la freza, con la puesta de la hembra y la nube de esperma del macho fecundando las huevas.


Y aprovechando los recursos alimenticios que en esta época les brida la llegada de los peces migratorios, nutrias, garzas y cormoranes viven sus mejores momentos de abundancia pescando en estos ríos llenos de vida.



















4 comentarios:

  1. Welcome back Según! Se han hecho de menos tus maravillosas fotos.

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  2. Que alegría volver a visitar tu blog y comprobar que has vuelto a publicar de nuevo!.

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