Observando el mundo natural que nos rodea, uno se va dando cuenta de lo importante que es cada ser vivo en la naturaleza.
Tengo la fortuna de vivir cerca de un río donde paso horas de mi tiempo libre paseando, observando y disfrutando de la vida salvaje. A pesar de ser un entorno que forma parte de la Red natura 2000, su grado de conservación deja mucho que desear: contaminación, sobrepesca, furtivismo, degradación del bosque y un largo etcétera de amenazas. Sin embargo, y a pesar de todas las trabas, la naturaleza se aferra en sobrevivir.
La importante materia orgánica que genera el bosque de ribera va depositándose en el río enriqueciendo sus aguas; aquí nada de lo que genera la naturaleza se desperdicia.
Multitud de insectos y pequeños invertebrados, anfibios, peces y demás seres se aprovechan de estos recursos.
Aquí, cada protagonista vive gracias al resto, beneficiándose y alimentándose unos de otros, donde varias especies de aves también buscan sustento. Y como no, generando también materia orgánica al ecosistema con sus excrementos.
Todas las especies, vegetales y animales, forman parte de un perfecto engranaje, una pirámide ecológica donde la nutria está en la cima de la cadena alimentaria.
Han sido muchas horas estos últimos años en el río observando nutrias en su entorno, descubriendo el papel que desempeñan en la naturaleza. En muchas ocasiones, he presenciado como la garza y el martín pescador pescaban junto al depredador, alimentándose de las presas que ahuyentaba la nutria.
Debido a la fuerte territorialidad del mustélido, en ningún momento llegará a haber una sobrepoblación de nutrias en los mismos tramos del río en que habita, por lo que evitaría que se agotasen los recursos de los que se alimenta. Más bien todo lo contrario, llegando a expulsar también a otros depredadores como el invasor visón americano.